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Borja de Riquer: Polítics catalans: d’ahir i d’avui
En otoño del año 1929 Antoni Rovira i Virgili publicó un ensayo titulado Els polítics catalansdonde ofrecía un breve esbozo biográfico de los cinco políticos que consideraba más destacados de su tiempo. Rovira hacía una selección bastante subjetiva dado que incluía sólo dos catalanistas conservadores (Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó) frente a tres republicanos (Ildefons Sunyol, Joaquim Lluhí y Jaume Carner). Era una selección inspirada por la afinidad política y que miraba más al pasado que al futuro, dado que sólo dos de los escogidos, Cambó y Carner, estaban vivos. La selección de Rovira no incluía, sin embargo, a ninguno de los dos políticos que destacarían más en la década siguiente, Francesc Macià y Lluís Companys.
Ciertamente entonces, al final de la dictadura de Primo de Rivera, no era fácil prever el futuro, y dado que se trataba de hacer un cierto balance de los últimos 30 años, Rovira apostaba claramente por la izquierda catalanista. Había seleccionado a tres republicanos de corta actuación política, los tres “solidarios de izquierdas”, intentando así dar una especial relevancia a la gente que significaba una alternativa al predominio de la Lliga Regionalista. Hacía poco que el mismo Rovira había descalificado con duras palabras el primer volumen de la biografía de Cambó que había escrito Josep Pla, acusándolo de impresentable “obra de encargo”.
Rovira en su libro repasaba con agilidad la vida política de los cinco personajes seleccionados y analizaba su actuación, su pensamiento y sus discursos. Hacía hincapié en sus “virtudes” como hombres de acción, su capacidad oratoria, la formación teórica y también su espíritu o “psicología”. No dejaba, sin embargo, de mencionar también los fallos y los fracasos, y la vertiente de hombres de partido, todos notablemente afectados por luchas internas que implicaban recibir ataques, a menudo personales, y tener que defenderse. Al margen de las simpatías y antipatías políticas, que él mismo reconocía, Rovira hacía un análisis relativamente ecuánime y una critica ponderada, y reconocía que la proximidad excesiva a los biografiados, el hecho de haberlos conocido personalmente, podía perjudicar la claridad de su juicio y la exactitud de las imágenes que quería transmitir a los lectores.
¿A quién seleccionaríamos hoy, si tuviéramos que escoger a los cinco políticos catalanes más destacados de los últimos 30 o 40 años? Ciertamente no sería fácil hacerlo y dependería mucho de los criterios que utilizáramos. ¿A qué daríamos prioridad? ¿A la actuación Catalunya adentro o Catalunya afuera? ¿A los hombres de acción o a los de gestión? ¿A los fabricantes de ideas, o más bien a los pragmáticos y eficaces? Es difícil, realmente, no hacer una selección sesgada, sobre todo si sólo tenemos que escoger a cinco. Habría que huir de las afinidades y simpatías, como las manifestadas por Rovira, y establecer unos parámetros que nos permitieran evaluar la relevancia de los personajes y la trascendencia de lo que han hecho.
A mí enseguida me salen más de diez destacables. Fíjense: seguramente tendríamos que contemplar como mínimo dos o tres de los presidentes de la Generalitat: Jordi Pujol, Pasqual Maragall y, tal vez, Josep Tarradellas. De los políticos que han tenido una destacada proyección en la política española nos encontramos, de entrada, con la docena larga de los que han sido ministros en diferentes gobiernos españoles. De estos habría, como mínimo, dos también seleccionables: Narcís Serra, que fue vicepresidente del gobierno y ministro de Defensa y llevó una importante reforma militar, y Ernest Lluch, responsable de la gran reforma sanitaria. Sin contar con que también serían ministros Jordi Solé Tura –uno de los padres de la Constitución–, Joan Majó, Josep Borrell, Josep Piqué, Federico Mayor Zaragoza, etcétera. No podríamos dejar de lado a los políticos que tuvieron un destacado papel en la lucha antifranquista, como sería, por ejemplo, el caso de Josep Benet. Tampoco tendríamos que olvidar a un parlamentario catalán tan destacado –y también padre de la Constitución–, como Miquel Roca. La lista que he hecho ya es demasiado larga –una docena– y sin duda también subjetiva. Y, además, no hay ninguna mujer.
Tal vez todo nos es tan próximo que no es sencillo hacer una evaluación serena de la actuación de cada uno y poder concluir la trascendencia histórica de lo que hicieron. Rovira i Virgili, el año 1929, para profundizar en el estudio de sus cinco políticos, usó, al lado del conocimiento personal que tenía, sus discursos, sus conferencias y los libros que habían escrito. Ninguno de ellos, sin embargo, había redactado sus memorias. Cambó, que fue el único, no lo hizo hasta 17 años después.
Ahora, en cambio, disponemos de muchos textos, además de numerosos materiales radiofónicos y televisivos, sobre la mayoría de los hipotéticos seleccionados. Tienen, hay que decirlo, un valor muy desigual. Hay libros de entrevistas que son productos publicitarios y de coyuntura, que no resisten el paso de los años. Hay biografías de encargo demasiado previsibles y justificadoras, que realmente aportan pocas cosas. Hay escritos memorialísticos que parecen redactados por políticos que nunca han tenido dudas, dado que nos pretenden defender unos itinerarios políticos siempre coherentes. La abundancia de materiales, desgraciadamente, no siempre va acompañada de su calidad y interés. Es de suponer que, con el tiempo, algunos políticos utilizarán más seriamente la documentación que tienen en casa, o en los archivos de sus partidos, para ofrecernos unas visiones más aceptables, rigurosas e interesantes. Siempre he aconsejado a los políticos que, dado que ahora ya nadie escribe largas cartas, como las de antes, como mínimo lleven un dietario porque estas anotaciones puntuales sirven de un aide-mémoire –recordatorio– inestimable a la hora de componer unas memorias. Algunos de los políticos citados tendrían que tomar nota de los desinhibidos recuerdos que Joaquim Nadal nos ofrece en su impagable Testimoni de càrrec.
A la hora de escoger a los cinco políticos más relevantes de nuestro tiempo habría que evitar una subjetividad excesiva. No dejarse llevar por la proximidad; por si lo conocemos personalmente o no; por si lo hemos votado o no. Si entramos en este juego siempre molesto de seleccionar personas, limitémonos, que no es poco, a revisar críticamente los años que hemos vivido y tratemos de hacer una selección ponderada, realista y desapasionada. Invito a los lectores a hacerlo. Verán que no es nada fácil.
Borja de Riquer, Caffe Reggio, La Vanguàrdia, 28/02/2014
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