Josep Borrell: Del “bail out”al “bail in”


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Bankia se ha convertido en una palabra simbólica de la crisis financiera. Un L&B a la europea que se extienda por los países mediterráneos y obligue a los países centrales a rascarse de nuevo el bolsillo.Y esta vez tenemos mucha responsabilidad en el origen del problema. No es como con la mortífera “gripe española”, que no sé porqué se llamo así, y asoló a Europa después de la I Guerra Mundial. Lo de Bankia no se puede hacer peor, que como lo ha hecho el Gobierno. Son las palabras del mismísimo Presidente del BCE, el normalmente cauto y prudente Mario Draghi, dichas en sede parlamentaria, en un debate en el Parlamento Europeo. Algo insólito en las relaciones entre el BCE y los Gobiernos europeos que expresa la irritación que han causado en Frankfurt los intentos de colocar directamente deuda publica en la propia Bankia como forma de recapitalización, evitando así pasar por los mercados para obtener financiación. Ya dije en mi anterior artículo que no creía que nos aceptasen esta original ingeniería financiera, lanzada sin ninguna clase de concertación previa con el BCE.

Está claro que así no se hacen las cosas, o al menos que así no nos las van a dejar hacer. Ahora todos se apuntan a reconocer que crear una entidad de riesgo sistémico como Bankia, a base de agregar patitos cojos entorno a una entidad bancaria en estado crítico no iba a sanear el conjunto y sí a aumentar la dimensión del problema.

Y a reconocer también que la idea de las fusiones no era una solución y que la salida a Bolsa a bombo y platillo del conglomerado resultante era una operación arriesgada, que han pagado muchos pequeños ahorradores. Es lógica la crítica a la gestión del gobernador del Banco de España, pero el Gobierno debería evitar que las críticas a una gestión se conviertan en una desautorización en toda regla a una institución fundamental en todo sistema económico como es el Banco Central, que antes se llamaba Banco emisor y que, aunque ya no lo es, sigue siendo muy importante. Lástima que lo reconozcan a toro pasado y sacudiéndose las responsabilidades de uno a otro, como si la fallida operación de Bankia nos la hubiese impuesto algún extraterrestre.

Y para acabar de arreglarlo, al Ministro de Hacienda no se le ocurre nada mejor que decir que, a la vista de los altos tipos de interés que se exigen, España tenía ya cerrado su acceso al mercado de capitales. Y lo dice la víspera de la colocación de 3.000 millones de euros de deuda pública. No sé cómo se tomarán los inversores estas declaraciones, pero ayudar seguro que no ayudan.

El que sí ha ayudado, de nuevo, ha sido el BCE. No ha rebajado su tipo de interés por debajo del 1 %, nunca en su historia ha estado por debajo de este valor simbólico, pero ha anunciado barra libre de liquidez para los Bancos. En condiciones normales, es decir sin repetir la operación del billón de dólares a tres años y al 1%, pero asegurando que no faltaría liquidez, que es en nuestros tiempos la más eficaz medida contra la gripe financiera. Quizá las palabras de Montoro eran un mensaje para incitar a Europa a actuar aprisa y ayudar a España a hacer frente a la crisis de parte de su sistema financiero. Pero si sus declaraciones no hubiesen coincidido con el efecto balsámico de las decisiones del BCE, se hubiesen podido agravar las tensiones en los mercados de deuda y bursátiles.

La decisión del BCE es una muy buena noticia para los Bancos, cuyas acciones rebotaron espectacularmente. Pero no de mucha ayuda para la recuperación del crecimiento, porque esa liquidez a corto se va a dedicar a mantener a flote a los Bancos más dañados, sin que sirva para financiar inversiones a medio y largo plazo, que es lo que necesitan las empresas españolas asfixiadas tanto por la falta de demanda como la de crédito.

El BCE hubiera podido ir más lejos. Las circunstancias objetivas y el sentimiento de pánico lo justifican. Pero su Presidente, después de la explosión de enfado con el Gobierno español en Estrasburgo, habrá pensado que si se ponen demasiado fáciles los salvavidas de la política monetaria, los líderes políticos tendrán menos incentivos para hacer sus deberes y construir una unión bancaria, que implica una supervisión supranacional y una responsabilidad compartida en los salvamentos bancarios. Sobre todo en un mercado que ya no tiene fronteras para la expansión de las entidades financieras, la Caja de Madrid no era de Madrid como Dexia no era ya un Banco belga. Los Bancos crecen fuera de sus fronteras nacionales pero vuelven a ellas para morir…, a costa del contribuyente.

Es lo que está intentando promover la Comisión, en un nuevo impulso de activismo del Comisario Barnier, quien asegura que con las medidas que propone “lo de Bankia no hubiera ocurrido”.

Lo que propone Barnier es un primer y modesto paso hacia una unión bancaria y para mejor prevenir y gestionar las crisis. Se ha venido posponiendo desde hace meses hasta que lo de Bankia ha actuado como catalizador de una reacción ante la desintegración financiera del continente. Pero, en el mejor de los casos, no entrará en vigor hasta 2014.

Propone crear fondos nacionales, para sostener a los Bancos en dificultad, pero financiados por los propios Bancos, mediante un impuesto del 1 % sobre los depósitos, y no por los Gobiernos, es decir, por los contribuyentes. Esos fondos todavía no son a escala europea, pero un Estado tendrá que ayudar con sus fondos en caso de dificultad de un país vecino frente a un Banco transnacional. Se trata de evitar lo ocurrido con Fortis o Dexia, a cuyas crisis se hizo frente con una total y una factura salada para los Gobiernos.

Ya que parece que los grandes Bancos no pueden quebrar por las consecuencias que tiene para el sistema económico, hay que eliminar la garantía implícita que eso les concede, y dar a los supervisores mayores y más precoces capacidades de intervención.

Y en vez de los “bail-out”, es decir, de los rescates desde fuera con dinero ajeno, se propone un mecanismo de “bail-in”, es decir, que primero paguen los accionistas, que deberán llegar a perder todo el valor de sus acciones y después los acreedores tenedores de obligaciones bancarias que sufrirán un “haircut”, es decir, una pérdida de valor de su capital y después intervendría el fondo de garantía. Se trata de sacar al contribuyente de la primera línea de socorro. Pero a la velocidad de la tortuga europea esas medidas no entrarían en vigor antes del 2018.

Lejos me lo fiáis. De forma urgente, el debate fundamental es ahora la recapitalización de los Bancos con dinero europeo sin tener que pasar por los Gobiernos. Es lo que pide Rajoy para evitar así la tan temida intervención y sus consecuencias políticas. Las normas en vigor ya permiten que los fondos de rescate se apliquen al saneamiento bancario, y, de hecho, Grecia ha dedicado a sus Bancos casi la misma cantidad que dice necesitar Bankia. La Comisión apoya ahora bombear dinero europeo a los Bancos en dificultad sin pasar por los Gobiernos, pero Alemania se opone firmemente a la reforma del Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera, que ello requeriría. Con la misma firmeza con la que se ha opuesto hasta ahora a todo lo que se ha propuesto para contener la crisis, para acabar aceptándolo tarde y a mayor coste.

Se comprende la reticencia de los países centrales del euro en poner más dinero para ayudar a los nacos del Sur. Pero el naufragio de unos no dejaría de afectar a los demás. A fin de cuentas los Bancos alemanes son los más expuestos al riesgo de la deuda española. De los 700.000 millones de euros de nuestra deuda exterior total, públicas y privadas juntas, los Bancos alemanes tienen casi 150.000 millones.

Y se estima, aunque nadie lo sabe, que el Gobierno español tiene que encontrar entre 50 y 1.000 mil millones para recapitalizar los Bancos. Un “beso de la muerte” como lo fue para Irlanda, y por eso es vital para España que se permita la recapitalización directa de los Bancos con los recursos del MES, lo que parece que se va abriendo camino bajo la presión de todos frente a Alemania. O Rajoy tendrá que ceder en su orgullo patriótico y aceptar la intervención.

Mientras esperamos que los auditores extranjeros nos digan lo que aparentemente los inspectores del Banco de España no han sabido descubrir, es normal que España preocupe a Europa. Y esa preocupación no ha desaparecido, más bien ha aumentado desde que Zapatero se fue. No era el problema, ni Rajoy la solución.

Josep Borrell, Fundación Sistema, 08/06/2012

 


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